Fotografía: galería Flickr de Tetra Pak Iberiaalgunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. La existencia de una comunidad requiere una identidad compartida entre quienes la integran. Entre quienes comparten una determinada manera de conjugar la primera persona del plural: nosotros. Es precisamente la inexistencia de comunidades reales lo que explica el fracaso de muchas iniciativas dentro y fuera de la Red orientadas teóricamente hacia la conexión, hacia la interacción, hacia la conversación: están planificadas sobre el vacío. No hay nadie al otro lado; y los contextos donde se plantean esos intentos terminan en colapso.

Acabo de echarle un vistazo detenido al reciente informe de evaluación del programa piloto sobre salud rural del Gobierno de EEUU. Desde 2006, la Comisión Federal de las Comunicaciones se ha gastado 418 millones de dólares en fomentar la construcción de infraestructuras y el desarrollo de iniciativas en el ámbito de la e-salud, la e-health, la salud 2.0 ó como quiera darse en llamarse todo eso en 50 proyectos ubicados en comunidades rurales de 38 estados, muchos de ellos de la América profunda. Dinero para la salud de la gente del campo. Ahí abajo va una tabla (es una muestra parcial) explicativa de los contenidos en los que se han centrado los proyectos:

En ese informe se dicen cosas interesantes. A mí me ha llamado la atención la capacidad de articulación de los proyectos, su imbricación con los intereses de los prestadores de salud y con las expectativas ciudadanas del entorno rural concreto donde se implantan esas iniciativas: no es sólo un negocio. Hay una comunidad detrás. También me ha gustado mucho una consecuencia inesperada del proceso: los agentes de salud del entorno urbano (especialistas médicos, técnicos)  implicados en esas iniciativas son bien valorados por la comunidad rural: les resuelven papeletas, les ahorran dinero en desplazamientos, ayudan a superar el gap impuesto por el aislamiento geográfico. No es sólo tecnología. Hay personas detrás.

Pronto tendrá lugar una iniciativa muchísimo más modesta y artesana, en la que también hay personas y comunidades reales implicadas en el conocimiento sobre el cuidado de la salud en el mundo rural. No en Arkansas ni en Dakota del Sur; en El Madroño, Sevilla. Es el primer curso de extensión universitaria sobre Salud y Comunidad Rural. No sé si funcionará bien o si fracasará. En cualquier caso, no pienso perderme esa fiesta.