«El incremento exponencial del colectivo senior tiene consecuencias políticas de primera magnitud. Y es que el peso que estas personas tienen en el censo electoral y, por tanto, como posibles votantes, es asimismo cada vez más relevante, habiendo pasado de representar el 20,09% del total del censo en las elecciones generales de 1996 al 23,49% en las de 2011».

Así se expresa Roberto Rodríguez Andrés en un artículo sobre comunicación política 2.0 y envejecimiento demográfico, publicado en la Revista Mediterránea de Comunicación. El autor reflexiona sobre el incremento de la población mayor en España y el uso de herramientas digitales en el marketing político. ¿Cabe, por parte de los estrategas de partidos e instituciones, resignarse a una baja penetración de sus mensajes 2.0 entre los mayores? La respuesta no está clara. Según los datos del INE recogidos por Rodríguez en su análisis, en España, sólo el 26% de las personas mayores utiliza asiduamente Internet (la media general está en el 71,2% y en el 95% entre los más jóvenes). Existe, pues, una brecha digital. Sin embargo, la participación de este grupo de edad en entornos digitales está creciendo: se ha pasado del 6% de mayores internautas en 2007 al 26% en 2014. Y también las denominadas redes sociales se están poblando de panteras grises: el 36,5% de los mayores internautas están en Facebook y el 5,9% en Twitter, según el barómetro postelectoral del CIS de las europeas de 2014. Ojito con los mayores, pues, porque pueden montar una shitstorm en la Red tan perturbadora como cualquier otra para las expectativas de voto de una determinada marca electoral.

Ahora bien: los mayores no son un grupo homogéneo. La mayor presencia en entornos digitales de los senior se concentra entre los 61 y los 65 años: 41,2%. Y la proporción va bajando conforme se tiene más edad, hasta el 10% de quienes tienen entre 75 y 79 años. Esa heterogeneidad habla de segmentación pero también apunta una tendencia: la progresiva convergencia de los mayores con la población general en el uso de Internet.

Muy probablemente en torno a este mercado electoral surgirán originales y costosísimas iniciativas de investigación en big data y en personalización de planes de comunicación política 2.0 para estos nuevos señores de la Red. Pero creo que sería bueno reconocer, antes de levantar la veda y soltar a los bots, el trabajo inmenso que en alfabetización digital están haciendo los técnicos de centros públicos y privados de acceso a Internet que han abierto sus puertas a los mayores; y los voluntarios y ciberactivistas en general (nietos incluidos) que están acompañando a las personas en su viaje desde el manejo más básico del ratón hasta su metamorfosis en verdaderos cowboys (Gibson) del ciberespacio.