Ilustración: Galería Flickr de scndmg, algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Ando estos días metido en la tramoya de una iniciativa denominada Diabetes 2.0. Se trata, una vez más, de abrir espacios de encuentro con la esperanza de que aparezca la tribu perdida de la gente. La idea se plantea desde un ámbito institucional, el Área de Valme, y a ella se han sumado de manera entusiasta algun@s vaquer@s del ciberespacio, que diría William Gibson, autor de Neuromante, uno de los grandes iconos del ciberpunk.

Precisamente, en uno de los primeros párrafos de esa novela (visionaria y alucinada), Gibson habla de uno de esos espacios de encuentro, un garito de copas e intercambios en general llamado Chatsubo, "un bar para expatriados profesionales". El establecimiento, obviamente frecuentado por gente poco recomendable, lo regenta Ratz, un superviviente de las guerras termonucleares que, con su brazo protésico de siete funciones, sirve vasos de un licor improbable llamado kirin de barril. Ratz es un tipo bastante feo y anda por el mundo armado de una dentadura "combinación de acero europeo oriental y caries marrones". Pero eso no importa en un planeta que se ha ido por el desagüe: "En una era de belleza asequible, la fealdad tenía algo de heráldico", dice Gibson. Por el Chatsubo aparecen traficantes de información, agentes de las mafias del software, reclutadores de las grandes compañías de neuroimplantes y reposición de órganos y dioses menores caídos en desgracia, como el protagonista de la novela, Case, que un día estuvieron en la cima del escalafón de los cowboys del teclado de consola y que ahora intentan sobrevivir troceando los datos que han robado a sus antiguos patrones y ofreciéndolos al mejor postor.

Queremos hacer del salón de actos del  Hospital de Valme nuestro Chatsubo particular.

Quiero decir con esto que a nadie se le van a pedir certificados de limpieza de sangre ni ejecutorias de hidalguía para pasarse por allí. Durante unas horas, en la mañana del 9 de febrero, gracias a la generosidad de esta institución sanitaria pública (que se ha atrevido a lanzarse casi a ciegas, con la que está cayendo, a una iniciativa abierta, sin trampa ni cartón), y al talento de @randrom , @soyrami y @drzippie , volveremos a frecuentar, oh, tiempos de guerrilla, la compañía de quien tenga una historia que compartir sobre cosas que de verdad nos importan. En este caso, el asunto de partida a abordar será la atención diabetológica en ese área hospitalaria. Ello no hubiera sido posible sin la buena predisposición de Mavi, la directora de la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología, a exponer cómo se organizan los profesionales para atender a una población de referencia de más de 300.000 personas y exponerse a lo que buenamente salga de esa conversación.

Recuerden: en una época de belleza asequible, la fealdad tiene algo de heráldico. Eso significa que aquí cabe todo el mundo pero, muy especialmente, quienes tengan ganas de aprender. Y de compartir lo que saben. En Diabetes 2.0 no habrá gurús, ni miradas por encima del hombro, ni risitas condescendientes. Caben los frikis, los perplejos, los sabios, los curiosos, los entusiastas, los discrepantes, los disidentes, los escépticos, los discípulos de Eco (los apocalípticos y también los integrados) y quienes simplemente pasaban por allí. Se trata, como dice el lema de esta actividad formativa abierta, de crear comunidad, de construir conocimiento. Entre todos. Porque todos partimos de cero: todos nos sentimos igual de indigentes ante un entorno que está cambiando y en el que se pueden quedar por el camino algunas cosas que valen la pena. Y esa sensación de orfandad nos hace más sabios, porque nos afina el instinto para identificar semejantes. En eso estamos. De manera que pásense sin miedo por el Chatsubo. Será un tiempo bien empleado en torno a un buen vaso de kirin de barril.