Alfonso Pedrosa. La política sanitaria, ah, ese gran jardín. El capítulo del informe de la Fundación Bamberg dedicado a este tema dentro de sus propuestas para el debate sobre el Nuevo Modelo de Futuro de Gestion de la Salud, que venimos comentando, es bastante magro para lo que un friki de la cosa, como servidor, podría esperar. Supongo que serán asuntos de bomberos que respetan sus respectivas mangueras. Pero contiene algunas reflexiones interesantes.
 
El Informe Bamberg propone estudios logísticos de la demanda, interoperabilidad "semántica y tecnológica" y, again, "regular el mercado para evitar situaciones de privilegio". Liberalizar regulando, con querencia a poner coto a los desmanes autonómicos. Vaya.
 
Más criterios técnicos y menos política: "Debe existir consenso político y social sobre el buen gobierno de la Administración y los servicios públicos, que incluye su gestión no-partidaria y una Administración pública políticamente neutral, estable y profesionalizada". No estoy totalmente seguro de que eso sea lo deseable (quiero decir, una gestión puramente técnica de un bien público como el SNS), pero me parece en cualquier caso que eso yo lo voy a ver con el ojo de cristal, a tenor de cómo está articulada la representación política en España.
 
Esto ya no son dos mundos (privado y público, complementarios pero cada uno en su casa y Dios en la de todos), sino un clúster, del que deben formar parte junto a lo público las empresas farmacéuticas y de tecnología médica, las asociaciones profesionales y (no se sabe muy bien cómo) los ciudadanos. De ahí el concepto de la transición del Estado del Bienestar a la Sociedad del Bienestar, ya esbozado en el planteamiento general de la propuesta.

Un clúster. Jo.

Viene bien aquí el análisis del documento, predecible pero no por ello menos interesante, que ha hecho la Fadsp, que ya empieza a ser secundado y comentado por ahí.

Seguimos. La verdad es que la lectura del documento me está dejando con sensaciones contradictorias.

De entrada, creo que su valor indiscutible está en el hecho mismo de plantear una propuesta, si bien clara en su núcleo y nebulosa en su periferia. Una propuesta que no marea la perdiz, que fija los puntos de referencia claves del debate.

Es verdad que por razones de fondo de carácter ético más que técnico, la sensibilidad político-ideológica tradicionalmente comprometida con los sistemas públicos de salud ha caído muchos enteros y que algunas de las mejores inteligencias que la han apoyado en otros tiempos están iniciando su particular travesía desde la socialdemocracia hacia el anarco-liberalismo. Es asimismo cierto que buena parte de la erosión de la credibilidad del SNS hay que anotarla en la cuenta de algunos fenónemos (a veces demasiado prolongados en el tiempo) que han dado origen a eventos de fusión de la Administración con el partido político que sustenta al gobierno de turno y, a su vez, con el sistema sanitario mismo, hasta hacerlos indistinguibles. Es bueno para todos que se hable de esas cosas. Precisamente para distinguir lo accesorio de lo esencial.

Independientemente del interés meramente deportivo que puedan encerrar los debates metapolíticos en sí mismos, lo que sí parece esencial es la necesidad de la incorporación activa de la gente común, de nosotros, vaya, al proceso de definición y gestión de las propuestas. Y eso, salvo las alusiones previsibles a las asociaciones de pacientes, no lo veo en el documento.

Quien tenga la valentía de facilitar la apertura de las fronteras del debate, ya sea el Estado o el mercado, y se atreva a aceptar la interlocución de igual a igual con la gente, se llevará el gato al agua. Fijo.